jueves, 28 de marzo de 2013

Asunto: Catarsis de los crímenes de mis padres


Una historia de Colombia




Eunice Beltrán de Sánchez
Vitaliano Sánchez Castañeda
Bogotá, D.C.

            Asunto: Catarsis de los crímenes de mis padres
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Mamá, papá:
Llega el día en que consideramos inaceptable continuar guardando silencio sobre aquel asunto
que destrozó nuestras vidas.
Lo odioso de la manipulación es que anula la dignidad humana de sus víctimas;
las reduce a marionetas; las encierra en el miedo, la vergüenza, la rabia. Sobretodo, en la culpa.
Las secuelas que deja el abuso pueden llegar a paralizarnos, pero el paso del tiempo nos va 
explicando las razones por las que nos sentíamos tan incómodos. El camino es largo; el proceso, doloroso. Hasta que un día, distinguimos víctimas de victimarios.
Despejadas las dudas, el absceso revienta, dejando escapar toda su pestilencia.
Según Doudou Thiam, Relator Especial de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU (1983 - 1995): "Un acto inhumano cometido contra una sola persona podría constituir de un crimen contra la Humanidad si se situara dentro de un sistema o se ejecuta según un plan, o si presenta un carácter repetitivo que no deja ninguna duda sobre las intenciones de su autor (...) un acto individual que se inscribiera dentro de un conjunto coherente y dentro de una serie de actos repetidos e inspirados por el mismo móvil: político , religioso, racial o cultural".
Me refiero a aquella niña que tú, papá, arrebataste a su madre y tú, mamá, esclavizaste miserablemente.
Al parecer se llamaba Amalia.* 
Pero, prueba de que el proceso de sometimiento fue consciente y sistemático, lo primero
que ustedes le robaron fue su identidad, razón por la cual  nosotros la conocimos como Nohemí. 
Nohemí, sin más. Ese nombre bíblico que en hebreo significa ‘dulzura’ y paradójicamente, 
corresponde a una mujer desplazada por el hambre.
Es entonces, para que nos sintamos concernidos, que me referiré a aquella niña con ese nombre: NOHEMÍ.

Nunca hemos sabido exactamente cómo fueron las cosas pero hoy, atando cabos, puedo 
suponer que sucedió, más o menos, de la misma forma que tantas y tantas veces, con otras 
niñas menores. Fue aprovechando tu estadía, papá, como alcalde militar en esa región
arrasada por la violencia –Anzoátegui, Tolima,  en los años sesenta– y seguramente siguiendo instrucciones de tu parte, mamá,
de encontrar una sirvienta para tu madre.

La ley dice:
"Artículo 188A. Trata de personas. El que capte, traslade, acoja o reciba a una persona, dentro del territorio nacional o hacia el exterior, con fines de explotación,...”
A mí, el cuento que me echaste, papá, fue que un tío de Nohemí ‘preocupado’ por el 
bienestar de su sobrina –que vivía con su madre en la promiscuidad a la que la miseria
obliga– te sugirió que te llevaras a la niña porque podría verse afectada, ahora que ya 
andaba por sus cinco años, siendo testigo de los retozos amorosos de su madre con 
su compañero. 
Cinco años. 
Y tú, papá, ni corto ni perezoso, encontraste que el producto era adecuado.
Entonces, te presentaste investido de tu autoridad, como un hombre de bien, generoso
y comprensivo, ante esta humilde e ignorante mujer. Le propusiste que, por el bien de la niña, 
le ofrecías llevarla a Bogotá, para que ‘acompañara’ a una viejecita, quien le brindaría 
educación, bienestar y mejores oportunidades. La manipulaste ofreciéndole tantas y tantas
cosas que esta pobre mujer jamás estaría en condiciones de soñar siquiera. Y ella, aceptó. 
La ley:
"El consentimiento dado por la víctima a cualquier forma de explotación definida en este artículo no constituirá causal de exoneración de la responsabilidad penal".
Después del expolio, la desplazaste a Bogotá y se la entregaste a mi abuela: fue allí dónde 
comenzó esta historia de horror.
Es que omitiste, papá, decirle a la mamá de Nohemí que la viejecita en cuestión –mi abuela– 
era en realidad una vieja bruja despiadada y cruel, que había condenado a la esquizofrenia 
a sus propios críos.
Esa mujer que pasó por la vida dejando una estela de demencias: drogadicción, alcoholismo, 
incesto, maniaco depresión, pederastia, zoofilia...
Era tan horrible que tú, pobre mamá, tuviste que inventarte, no sólo una santa madrecita,
sino toda una historia de vida –empezando por la ‘cuna de oro’ y la ‘alcurnia’, lo que sea 
que eso quiera decir–.

La amnesia infantil, ese fenómeno que puede resultar un alivio, a Nohemí le fue negada: las atrocidades a las que ustedes la sometieron, quedaron registradas en su memoria, como 
surcos en el cerebro tallados con cincel.

Desde su llegada fue sometida a la más cruel servidumbre. A su corta edad era obligada 
a cocinar, lavar, planchar, limpiar. Se le exigía como si fuese una persona mayor y se le 
castigaba brutalmente. 
Era atrozmente maltratada físicamente por mi abuela, por Chucho y por Edgar. 
Al tiempo que era humillada, insultada permanentemente no sólo por sus torpezas,
sino sobretodo, por la condición humilde de su origen y –aún peor– ¡por los supuestos 
pecados de su madre!
Había que doblegarla.
No le bastaba a la abuela usar a esta niña de sirvienta, sino que se permitía, además, 
‘prestarla’. Así, convirtieron a Nohemí en una esclavita colectiva, usada por todo aquel 
que en esa familia la requiriera:  pasó sirviendo por la casa de Leonor, de Julio, de Ignacio. 
A Sanita y Chavita, también les sirvió. Hasta que cayó en tus garras, mamá. Y tú te la 
apropiaste. Tu santa mamacita ya te había dado algunos cursos prácticos de cómo tratarla.
Como aquella vez que la amarraron, literalmente suspendida de una viga por las muñecas, 
y la azotaron entre ambas con el cable de la brilladora... hasta que perdió el conocimiento.
Cuando volvió en sí, estaba tirada en el piso, en un charco de sangre. ¡Qué orgía!

En mis recuerdos, ella estuvo ahí desde siempre. Nos decían que era nuestra ‘hermana 
adoptiva’. Y siempre tú, mamá, estabas furiosa con ella. No sé porqué te irritaba tanto 
y cualquier cosa producía en ti una reacción feroz: la reventabas con lo primero que tenías
a mano –correa, cable, zapato, palo, elementos de cocina–. O a mano limpia, si no 
había más: la cacheteabas, la mechoneabas,la cascabas. A veces, podías mostrarte
particularmente repugnante: en una ocasión, ¡le arrancaste TODO el cabello con un cepillo,
dejando expuesto su cuero cabelludo ensangrentado!Pero sobretodo, la insultabas. Insidiosa, cotidianamente. Con una violencia inaudita. Habías aprendido bien la lección de tu 
madre y todos conocemos la virulencia de tu lengua. Le repetías que su madre era una 
vagabunda y eso parecía ser no sólo su crimen, sino la razón de todas sus desgracias.
Nunca la enviaste al colegio, ni la llevaste al médico o al dentista. Si la hubieras llevado al oftalmólogo, tal vez no hubiere perdido ella su ojo definitivamente. Puede ser uno de tus 
golpes el origen de esta pérdida.
A esa niña, mamá, nunca nunca jamás le destinaste un gesto de cariño. A lo más que tuvo
derecho fue a algún gesto de tolerancia resignada.

Hay dos momentos en mi memoria que, aún hoy, me conmueven hasta el llanto.
En una ocasión, Nohemí decidió –solita– organizar el cuarto de servicio. Lo cual resultaba 
en sí mismo un acto de heroísmo, ya que siempre ese cuarto sirvió de bodega en la que se
apilaban, hasta el techo, toda clase de objetos útiles e inútiles: cajas, desechos, la muchacha,  herramientas, mugre, telas, periódicos, en fin… Toda la mañana estuvo ella sacando, 
organizando, desechando,  limpiando, cantando; con la alegría y el orgullo de quién sabe 
que está realizando una buena labor. Pero tú llegaste hambrienta de la calle y reclamaste 
tu almuerzo inmediatamente: Nohemí no había preparado el almuerzo.
Ella trató de mostrarte el resultado de su trabajo, que explicaría por sí mismo la falta, 
pero no tuvo tiempo. Entraste en una cólera santa, te quitaste el zapato, de esos “de puntilla” 
que usabas en la época –cuyo tacón terminaba literalmente en una puntilla– y con él,
 le martillaste la cabeza con tanta violencia que le abriste varias huecos.

El otro recuerdo corresponde a un paseo al Club Militar en el que ella nos demostraba 
que ya sabía leer, a pesar de que no iba al colegio. Por el camino nos iba leyendo las vallas publicitarias: tú la hiciste callar. Como tu animadversión hacia ella era permanente, pareció
una irritación normal. 
Hasta que llegamos al apartamento. Entonces, tuvo derecho a una de tus muendas más 
violentas  –¡la quemaste con una sartén que calentaste para la tarea!– mientras le decías
que por estar en esas, perdiendo el tiempo, era que no hacía bien el oficio.
Fue la incomprensión la que grabó esta paliza en mi memoria: ¡la torturaste porque aprendió,
sola, a LEER!  ¿No era ese, acaso, el motivo más grande de satisfacción y de recompensa, 
en aquella casa en que se le rendía un verdadero culto a la educación? No entendía yo, 
en aquella época, que parte vital del proceso deliberado de sometimiento a la esclavitud era mantener a tu víctima en la ignorancia. Desde que lo entendí, tengo accesos de náusea 
cuando lo pienso: esta es la dimensión 
de tus verdaderas intenciones.

En mis recuerdos, ella nunca estaba furiosa, ni amargada.
Triste, sólo a ratos; cuando la incomprensión y el dolor la desgarraban.
Asustada, sí: el terror a tus reacciones era algo que portaba como una camisa.
Era una niña juguetona y llena  de vida. Nos servía con gusto, nos trataba con cariño,
nos protegía con furia, nos proponía juegos, nos leía cuentos –con su ojito apagado–. 
Jamás su resentimiento se volcó contra nosotros.
En aquella época, en que los viajes a la finca y las frecuentes depresiones te incapacitaban 
tan a menudo, ella asumía con esmero, desde la grandeza de sus ocho años, el manejo 
de la casa. En una ocasión su madre vino –al Almirante Padilla– para cerciorarse de su
bienestar, pero tú le impediste que la viera: 'es mejor', le dijiste. Y también le aseguraste, 
sin vergüenza, que la niña estaba muy bien, estudiando, tratada como una princesa,
igual que todas nosotras, sus hermanas:  'mire dónde vive'.
'Míreme a mí, mírese usted'. 
'Es por su bien'.
Se fue esa mujer ignorando que, en ese mismo momento, su niña estaba lavando ropa, 
arrodillada en el piso de la ducha, porque el desagüe del lavadero estaba tapado.
Los permanentes trasteos que se daban en la Armada le hicieron perder el rastro de su hija
 a esa incómoda presencia. Tal vez nunca sabremos lo que fue de ella.

Le robaste su identidad, su niñez, su dignidad, su mamá
Pero no lograste echarla a perder. Es sabido que los seis primeros años de vida son los 
determinantes  en la educación de cada persona. De ellos depende todo el resto de nuestra
existencia emocional. Y esos seis años, cuando llegó a tus manos, Nohemí ya los traía dentro.
En el fondo de su memoria previa quedaron registradas imágenes de una casa grande 
en la que jugaba con otros niños. Tal vez su infancia fue alegre, a pesar de la pobreza.
Su generosidad, su bondad, sus principios, su asombrosa energía, vienen de su madre. 
Eso no se lo pudiste quitar. Y a pesar de tus vejámenes y tus pronósticos de 'nacida para 
el fracaso', la vida –que puede ser tan cómica– ha demostrado que ella estaba,
emocionalmente, mejor equipada que tú 
para la maternidad.

Y tú, papá, durante todo este tiempo guardabas un silencio cómplice a pesar del compromiso
que habías adquirido. Evidentemente, no te importaba en absoluto el bienestar de la niña 
ni su educación ni  –mucho menos– tu interés era protegerla de la 'mala' influencia de su madre.

Sino, ¿cómo se explica que hayas sido tú el primero en violarla?

Ni se te ocurra tratar de negarlo: Martha Lucía fue testigo presente. Nadie puede poner en
duda su palabra, en cambio, todos conocemos el valor de la tuya...
Además Nohemí no fue la única muchachita por ti violada, ni Martha la única testigo.
Tampoco vale la excusa de la amnesia etílica, puesto que repetiste la afrenta: tuviste la 
audacia de regalarle un perfume para comprar su silencio. 'No le cuente a nadie lo que pasó,
es nuestro secreto',
 le dijiste. Y te condenaste.
Hace un tiempo, vi en un reportaje a un profesional que llaman 'el abogado de los diablos'
pues es quien defiende a los jefes paramilitares más sanguinarios de este país. Sin embargo,
cuando le preguntan si es capaz de defender a cualquier criminal responde sin dudarlo 'No. 
A los abusadores de niños, no'. Siempre he estado de acuerdo con esta posición. 
Cualquiera que sea la razón de esa tara, no tiene justificación ni remedio.
Lo que ignoraba era que tenía que incluirte: la sociedad, papá, debería eliminar a las 
alimañas de tu especie. Pero la ley dice:
“... incurrirá en prisión de trece (13) a veintitrés (23) años y una multa de ochocientos (800) a mil quinientos (1.500) salarios mínimos legales mensuales vigentes".
Aunque ya está eligiendo esta sociedad penas más apropiadas. 

Yo de veras me comí el cuento del hombre apabullado.
Me tomó cincuenta años conocer tu verdadera naturaleza, papá: estoy estupefacta.
La sofisticación de tus métodos de manipulación es escalofriante. No esperes alguna 
consideración particular porque estás viejo: para mí, estás en estado de descomposición 
avanzada.
Tú no tuviste ninguna consideración con aquellas niñas, verdaderamente vulnerables, que
además estaban bajo tu autoridad y tu responsabilidad. 
Es obsceno. Por lo visto, has sido un depredador de la peor calaña.
Fuiste el primero en violarla, papá, pero no fuiste el único. También la violaron tus hermanos,
mamá: Julio y Edgar –quien violaba también a su perra–. Y cuando ella recurría a ti, 
contándote lo que le estaban haciendo, tú la acusabas de mentirosa y la obligabas a callar.

Hay gente que no debería tener derecho a reproducirse.


La ley:
"Para efectos de este artículo se entenderá por explotación el obtener provecho económico o cualquier    otro beneficio para sí o para otra persona, mediante la explotación de la prostitución ajena u otras formas  de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud,  la servidumbre, la explotación de la mendicidad ajena, el matrimonio servil, la extracción de órganos, el turismo sexual u otras formas de explotación".
…se salvó de la extracción de órganos. Aunque hoy creo que, si no se hubiera escapado 
a tiempo, hubiesen sido capaces ustedes de vender uno de sus riñones... para cobrarse el 
alimento que le dieron.

Empero, aunque este fue el caso más violento, no fue Nohemí su única víctima.
Toda nuestra vida, hemos sido testigos de lo mismo.
Desde siempre han logrado ustedes, impunemente, hacerse a esclavas –muchachas,
las llaman– preferiblemente menores: que tú, mamá, explotabas y tú, papá, violabas. Sacadas 
de sus casas –abusando del prestigio que ustedes mismos se otorgaban–, con la misma vana
promesa a sus  madres de ofrecerles salario, educación y mejores oportunidades.  Si bien es 
cierto que, con el  paso del tiempo, aprendiste a no maltratarlas, mamá, y tú, por la fuerza
de los años dejaste de violarlas, papá,  el resultado neto para ellas siempre ha sido 
el mismo: nefasto.

[Hasta la última –Aurita– esa niña bella, buena e inteligente, con evidente potencial, que
ya había avanzado incluso en su educación secundaria. Esta vez, la viejecita que requería
compañía eras tú, mamá. Pero ella terminó, como las que la precedieron, trabajando 
doce horas diarias, sirviendo a todos los zánganos que te rodean, a cambio de eso que llamas, pomposamente, salario. Tuvo que irse hace un par de años, prematuramente embarazada,
sin seguro médico, despojada, como todas. Ya no sabremos nunca qué hubiera sido de su
vida si –por una vez– hubiesen cumplido ustedes la promesa de ofrecerle una oportunidad
en el estudio.]

Quisiera poder ofrecerles el beneficio de la duda en cuanto a su reacción a la presente
pero han desperdiciado ustedes todas las oportunidades de reconocer sus faltas y pedir perdón. Siquiera parcial. Al contrario, las dos veces que Nohemí les ha pedido una pequeña ayuda, 
se la han negado. En cambio -procaces- reivindican su educación y reclaman 'lo que le 
ofrecieron'. Tal vez eres la persona más importante en su vida, mamá. La pregunta que
ronda siempre su cabeza  es ¿por qué?. ¿Por qué la odiabas tanto?. ¿Por qué le hicieron
eso? En sus ruegos, siempre pedía que tu aprendieras a quererla. Aún después de su huida, 
cuando volvía cada tanto, esperaba encontrar, en el fondo de tu corazón de piedra, algún
musguito de cariño, siquiera un asomo de aprobación, algún crédito a sus logros, alguna vez…
El cinismo te alcanzó incluso para sugerirle que, a su vez, 
¡te cediera ella su propia niña!
para que te ‘acompañara’.
A cambio de educación, por supuesto.
Verdaderamente grotesco.
Sus hijos heredaron tu desprecio, pero ese es un rasgo de tu personalidad. 
Es el mismo desprecio que muestras por tus propios nietos, porque desprecias a sus madres, las 
mujeres de tus niños.

La ley dice que la prescripción para estos crímenes aplica cuando la víctima llega a sus 38 años. 
Pero Colombia suscribió también la resolución 1325 de las Naciones Unidas y por estos días cursa 
en el Congreso una nueva ley que levanta esas prescripciones.
De todas maneras, no vamos a formalizarnos. Al fin y al cabo no respetaron ustedes ninguno 
de los párrafos de ley precedentes.

Cada ser humano sabe lo que está bien y lo que está mal.
Ustedes lo saben, lo sé: nos lo enseñaron.
Fue, justamente, esa contradicción entre el discurso y el ejemplo la que nos convirtió 
-a sus hijos- en estos adultos patéticos, pusilánimes y emocionalmente fracasados que 
llegamos a ser.               
Me gustaría creer que la razón por la que no le han respondido a Nohemí su simple pregunta 
–¿POR QUÉ?–  y no le han ofrecido la debida reparación, es que creen que no nos dimos cuenta
 o que ya lo hemos olvidado.
No se equivoquen: todos lo recordamos, estoy segura sin consultarlo.

Lo que ustedes le hicieron a Nohemí es criminal desde todo punto de vista.
Lo es, INCLUSO SI LA HUBIESEN TRATADO BIEN. Pero ustedes encontraron la forma de convertirlo
en un crimen horrendo: es tiempo de encararlo.
Afortunadamente están aún en condiciones de dar respuesta a su pregunta, que encierra 
miles más.
Ha llegado el momento de responderle a Nohemí tantas preguntas acerca de su origen, 
su madre, su familia, su verdadera historia que ustedes  alteraron miserablemente. 
Y por supuesto, aunque ningún monto podrá reparar su vida fracturada, es tiempo
también de pagarle una compensación económica ahora que ella, prematuramente 
envejecida, sufre diversos achaques, muchos de los cuales originaron ustedes.

Y tal vez decida ella recoger los vestigios de su vida verdadera.

Sobra decir que para ello, como para toda posible reclamación ulterior –personal o jurídica– 
cuenta ella con mi absoluto respaldo, ayuda y testimonio. Estoy dispuesta a hacer todo lo 
que sea necesario para que respondan ustedes a este requerimiento.
Ojalá aprovechen esta última oportunidad de mostrar un poco de humanidad y decencia
ante su familia y ante ese Dios al que recurres ahora que te has vuelto rezandera, mamá. 
En vez de estarlo molestando, pidiéndole cada semana ‘el Baloto’, pídanle perdón por 
tanto crimen y ofrézcanle, aunque sea a la más vulnerada de sus víctimas, la debida verdad.

Espero, sin paciencia, respuesta a la presente para determinar de qué manera y en dónde
daremos seguimiento a este proceso que ya inició y que no tendrá fin hasta obtener, para
Nohemí, 
satisfacción.

Mónica Sánchez Beltrán
Bogotá, febrero 8 de 2011


*nombre cambiado por orden de la Corte.

domingo, 24 de marzo de 2013

Las Calvas de Puerto Gaitán

En Meta, los ‘paras’ enrolaron a adolescentes y castigaron decenas de mujeres menores de edad, secuestrándolas, rapándolas y esclavizándolas por cosas tan simples como llegar tarde a sus casas.

Por lo menos 122 menores fueron reclutados por las Autodefensas Campesinas de Meta y Vichada.

En Puerto Gaitán, durante varios años ser adolescente podría ser sinónimo de problemas con las autodefensas. 
Los paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Meta y Vichada (Acmv) tenían castigos para las mujeres a las que ellos consideraban como prostitutas, chismosas o “rebeldes”. Decenas de ellas fueron secuestradas, obligadas a trabajar en fincas y carreteras y muchas veces “calveadas”, o sea que les rapaban el pelo.
En otros casos, los muchachos que ellos consideraban díscolos, fueron reclutados a la fuerza, portando un fusil, o doblegados por las sanciones que los paramilitares impusieron a los que se salían de su "orden social". Y el hecho es que este régimen se mantuvo vigente hasta 2005, cuando se desmovilizaron.

Entre 1997 y 2004 las Acmv reclutaron a por lo menos 122 niños entre 13 y 17 años, una cifra enorme si se tiene en cuenta que en 2005 sólo 209 personas se desmovilizaron del grupo ilegal. La Fiscalía calcula que más de 25 por ciento de sus integrantes eran menores de edad.

Las sanciones y la incorporación de jóvenes por las Acmv fueron documentados por la Fiscalía 59 de Justicia y Paz en la audiencia de control de legalidad ante magistrados de Justicia y Paz de José Baldomero Linares, alias ‘Guillermo Torres’, José Delfín Villalobos, alias ‘Alfa Uno’, Miguel Achury y de Rafael Salgado, alias ‘El Águila’.

Al rape
A partir de 2000, los paramilitares atraparon con cierta regularidad grupos de menores de edad, que terminaron trabajando para los paramilitares, muchas de las cuales fueron rapadas.

‘Guillermo Torres’ contó que tomaron la decisión por quejas de la comunidad por el comportamiento de las jóvenes. Ellas eran acusadas de llegar tarde a la casa, de hacer escándalo o de por “no respetar las leyes de la organización”. Lo pero es que los ‘paras’ tenían el visto bueno del personero municipal, el comandante de la Policía y la fiscal de Puerto Gaitán.

“Los citamos y los hice responsables por las menores. En el colegio habían niñas con enfermedades venéreas, abortos. Les dijimos que ellos eran los culpables. Fueron llevadas, pero no todas calveadas”, dijo el ex jefe ‘para’ ante los magistrados.

Humberto Javier Silva, el personero de Puerto Gaitán, en una entrevista con la Fiscalía, dijo; “Mencioné esas actividades cuando las mujeres estaban involucradas en riñas, o escándalos, chismes, comentarios. Sí era normal que se aplicaran esa serie de castigos”.

Dos paramilitares, identificados con los alias de ‘Yanki’ y de ‘Tatiana’, la compañera de ‘Guillermo Torres’, eran los encargados de organizar el secuestro y el trabajo obligatorio. Les dijeron que tenían que reunirse en una finca cercana a Puerto Gaitán, y cómo dijo una de las víctimas, “todas fueron por el temor mismo, o se iban o se iban”.

Una de las menores que fue secuestrada por las autodefensas le contó a la Fiscalía que fue recluida en la finca Poco a Poco: “Dormíamos más de 15 muchachas en un cuarto, solo con un colchón. Después también llegó un abuelito. La comida era pésima, sólo papa, arroz y pasta”.

Los ‘paras’ obligaron estas mujeres a descargar piedras de camiones, a arreglar carreteras, hacer puentes, tapar huecos y limpiar caseríos. El castigo, que podía durar hasta un mes, era público, estaban expuestas a los ojos de toda la comunidad y así eran estigmatizadas y señaladas.

La Fiscalía reportó que por la mala alimentación, una de las víctimas se prostituyó a cambio de comida.

Según la investigación, varias menores fueron rapadas. ‘Guillermo Torres’ dijo que era por cuestiones de higiene, pero para la Fiscalía es claro que era un castigo corporal, humillante, que le da visibilidad a la sanción.

Todas las mujeres entrevistadas por la Fiscalía dicen que el trauma físico y sicológico todavía no se ha ido. “Me daba pena volver al pueblo, me decían callejera, me discriminaban. Eso dañó mis estudios, mi reputación, quedé como algo de lo peor. Terminé mi relación con un muchacho, mi amigos se alejaron, pensaban que yo estaba castigada, nadie quería salir conmigo”, recordó una de ellas.

Siete años después, ya mayores de edad, estas mujeres siguen marcadas, ya que todo el pueblo aún las conoce como “las calvas”. La Fiscalía señaló que muy pocas se han acercado al proceso de Justicia y Paz, pues no confían en las instituciones y aún sienten vergüenza.

La Fiscalía compulsó copias para que la justicia investigue los funcionarios cómplices de esta grave violación a los derechos internacional humanitario, por que fueron cometidos contra mujeres menores de edad, con trabajo obligatorio y estigmatización sexual.

Rapar mujeres es un castigo que se ha usado en guerras desde la antigüedad. En la Guerra Civil española, contra comunistas, en la Liberación de Francia en 1944, contra las que acusaron de acostarse con alemanes o en India, contra mujeres que se convirtieron al cristianismo.

“Es un castigo que tiene que ver con castración, con anulación de ellas como mujeres, de la feminidad, ataca su identidad sexual. Además es un castigo que dura varios meses. Una violación es más grave, pero se puede esconder, no es tan notorio”, le dijo la sicóloga Bertha Gamarra a VerdadAbierta.com.

Los niños de la guerra
Los muchachos fueron por su parte víctimas del reclutamiento de las Acmv. La Fiscalía y los desmovilizados lograron hacer una lista de 122 menores de edad que pasaron por las tropas de los ‘paras’. En la audiencia ‘Guillermo Torres’ señaló que la cifra es probablemente mucho mayor, ya que no tenían registros exactos de las incorporaciones al grupo ilegal.

Un número enorme si se tiene en cuenta que las Acmv eran un grupo relativamente pequeño, con sólo 209 personas que se desmovilizaron en agosto de 2005. La Fiscalía calculó que por lo menos 25 por ciento de los ‘paras’ del grupo ilegal eran menores de edad.

‘Guillermo Torres’ contó que con la llegada de los Castaño a los Llanos en 1997, el resto de autodefensas trató de fortalecerse y crecer, pues había una amenaza latente de guerra entre ‘paras’. Por eso empezaron a reclutar mucho más gente, sin mirar la edad.

“Menores se vinieron a incorporar en el 96 o 97. Cuando llega la gente de Urabá, con unas políticas de que querían tomar el poder en los Llanos, dicen que los grupos que están en los Llanos se unen o nos iban a combatir. Nos lleva a incorporar personal de una manera rápida. Y ahí se inicia la incorporación de personal sin tener en cuenta la edad”, dijo ‘Guillermo Torres’.

Parte de los jóvenes ingresaron a las Acmv de manera voluntaria, pues veían el grupo como una forma de salir de la pobreza y de la falta de oportunidades. Sin embargo también se reportaron casos de muchachos engañados. Les decían que iban a trabajar en fincas con buenos sueldos y terminaban en las escuelas de formación del grupo ilegal.

Deiber Andrés Bolaños, alias '120', alias ‘120’, que se desmovilizó con las Acmv, se enroló cuando tenía 13 años. Recordó que en su curso de entrenamiento, en 2000, habían cerca de 60 personas, de las cuales 20 eran menores.

Muchas veces venían del Meta, pero la Fiscalía registró casos de menores de la Costa, Bogotá e incluso un grupo que llegó desde Tuluá, Valle, a los que les prometieron trabajos en hatos ganaderos.

‘Guillermo Torres’ contó que varios fueron timados porque cuando un paramilitar raso quería salirse del grupo, él les pedía que reclutaran a dos o tres nuevas personas: “Habían muchachos que ya llevaban años de pertenecer a la organización, me pedían la retirada. Yo les decía tráiganme dos muchachos y le doy la retirada. A veces ellos engañaban a estas personas para atraerlos”.

La Fiscalía también estableció que varios menores entraron a las Acmv para castigarlos por haber robado pequeñas sumas de dinero o por supuesto consumo de drogas. Uno de ellos contó que por haberse robado 100.000 pesos en una casa, se lo llevaron a una finca y lo obligaron a seguir los cursos de entrenamiento junto a 17 menores de edad más.

Según el joven, en la finca muchos manifestaron que los embaucaron y que “cuando iban a salir, iban a matar a los que los metieron (en las autodefensas)”. En la escuela, dos jóvenes lograron escaparse. Los ‘paras’ dejaron claro que si otros trataban de desertar, eran hombres muertos.

Se sabe que el total de menores enrolados por los paramilitares es mucho mayor que el que se desmovilizó. La Ong Human Rights Watch afirma que hay unos 11.000, tanto en los grupos guerrilleros como en los paramilitares. Reclutar menores es un delito de lesa humanidad y uno de los retos de la Fiscalía es lograr documentar, investigar y encontrar gran parte de los niños soldados. Pues de lo contrario jefes ‘paras’ y guerrilleros podrían terminar delante de cortes internacionales por el crimen.
Última actualización el Lunes, 14 de Febrero de 2011 15:56
http://verdadabierta.com/justicia-y-paz/3035